EXPEDICIÓN KILIMANJARO (5.895m)
Compuesta por:
Javier Domínguez Bolaños (Fino)
Pablo González Ibáñez
David González Ibáñez, Servidor
Día 1, (20 de septiembre):
Ya es media tarde y Fino, acaba de llegar de León. Para hacer un poco de tiempo nos vamos a tomar un café al Café Latino, donde he currado todo el verano para poder sufragar todos los gastos del viaje ya que NO tenemos subvención de ningún tipo.
Al final de la tarde ya estamos preparados para partir, bajamos los tres petates y las tres mochilas al coche prestado por Isa, para ir a Madrid.
Junto al coche están mis padres y María, la novia de mi hermano y entre alguna lagrima que otra de las féminas, unos “ten cuidado”, “cuida de tu hermano”, “Suerte”, “a subir hasta arriba” y un largo etc, siempre agradecido, marchamos hacia barajas.
Al poco de salir de Burgos paramos a comprar una botella de agua en el Café-Teatro La Boheme, bueno en la gasolinera de al lado, que saldrá más barata.
Bueno, después de un par de horas de camino llegamos a la T4, donde nos encontramos con Juan, juntos vamos a buscar a Nuño y a Isa que llegan desde las alemanias.
Desde allí y para hacer un poco de tiempo, ya que nuestro avión no sale hasta las 7 de la mañana, nos vamos con estos a no se que parte de Madrid a tomarnos una cerveza y a fumarnos una cachimba, no se si esto lo harán los profesionales, pero que bien que sienta. Nuño e Isa se tienen que marchar que todavía tienen que ir hasta Burgos, y nosotros de regreso al aeropuerto. Allí nos despedimos de Juan que es quien, siempre que puede, nos lleva, nos trae, y nos maneja por Madrid, muchas Gracias Juanillo.
Día 2, (21 de septiembre):
Pues aquí seguimos en el aeropuerto haciendo tiempo hasta que salga nuestro avión, ya no sabemos que hacer, ya hemos tomado cervezas, hemos hecho el chorra con los carritos, hemos tomado cervezas, nos hemos subido a las basculas a pesarnos, y risas que esas no han faltado en todo el viaje.
Por fin abren el mostrador de facturación y anda tu!!! que somos los primeros, jodido seria después de haber llegado 6 horas antes. Allí pedimos unos buenos asientos ya que el viaje es largo, y la señorita o señora, muy simpática ella, nos los concede.
Para llegar a la capital keniata, tomamos un primer avión desde Madrid a Londres y allí cambiamos de avión para que nos lleve hasta Nairobi. Parece fácil ¿verdad?, bueno pues uno de los carritos que transporta las maletas, conducido, muy probablemente por un inglés borrachuzo, con alguna que otra pinta de más en el cuerpo, va el inútil y se choca contra el avión rompiendo el fuselaje, así que parados más de tres horas, solo espero que no venga el mismo inglés a repararlo a escondidas con superglue.
Después de este percance, un viaje largo hasta Nairobi, donde nos están esperando unos sujetos que nos llevan hasta nuestro céntrico hotel Parkside, pues resulta que por las mañanas es desde donde salen todos los autobuses hacia Tanzania, que por eso cogí este y no otro, y por la noche es una calle repleta de, digámoslo de forma fina, mujeres de vida alegre, y nuestro hotel salvando las distancias y los tubos de colores de neón, es un “puticlub”, donde los blancos se las llevan para no se que tipo de actividades lujuriosas. Porque hemos venido a lo que hemos venido, y porque estos países, donde nos encontramos, tienen los mayores índices de SIDA del mundo, que sino… ahí que ricas.
Después de tanto viaje estamos cansados, así que los jadeos de habitaciones contiguas no nos quitan el sueño.
Día 3, (22 de septiembre):
Por la mañana pronto y con apenas 5 horas de sueño nos despertamos y todavía con la legaña en el ojo, marchamos a desayunar a lo que aquí llamaríamos una cafetería.
Justo delante del puti, perdón, del hotel, está nuestro autobús de la empresa Bobby Tours, que nos trasladará hasta Arusha ya en Tanzania. A las 8 de la mañana en punto partimos. El viaje es largo, de unas 5 horas en total, las carreteras, en el caso de que las haya, son malísimas, para que os hagáis una idea, nuestro conductor a veces prefería ir por el camino situado en paralelo a la carretera.
A mitad de camino, en Namanga está la frontera entre Kenya y Tanzania, donde pagamos los 50 dólares para entrar en el país.
Comenzamos a ver a los primeros maasai deambulando al lado de la carretera con sus vacas pastoreando.
Ya por fin después de tragar mucho polvo, y no el del hotel, llegamos a Arusha donde nos alojamos en el Meru House Inn, es lo más barato que hay aquí.
En el sitio este donde dormimos conocemos a Juma, un tío joven, negro claro está, que se ríe por todo y que habla castellano, nos inspira una relativa confianza, así que con él que nos marchamos a que nos enseñe Arusha. Vamos callejeando, nos lleva a una mercado, donde la vida aquí gira entorno a estos, de allí a su casa por unas calles que podían asustar la miedo, un poco inconscientes tal vez si que fuimos, en fin. Para darnos cuenta de cómo está aquí la vida, el cubo en el que el vivía salía a 20 dólares al mes, sin agua, ni luz, ni baño, nada, única y exclusivamente una puerta, una cama y una silla.
Después fuimos a cenar Kitimoto, es la comida típica de aquí, compuesta por cerdo, una especie de puré sólido de maíz y tomate. Se come con las manos, y no voy a comentar nada de cómo y donde estaba el cerdo antes de comerlo.
Allí a partir de las 6 de la tarde, que ya es de noche, un blanco como nosotros, somos carne de cañón, puede que nada más poner el pie en la calle venga un tío o más, te den una paliza y te quedes en calzoncillos con un poco de suerte. Os pongo por ejemplo, cuando fuimos a salir del restaurante, que ya eran las 8, Juma salió a buscar un taxista de confianza, y al salir, entre él, el taxista y alguien más nos escoltaron al taxi que estaba a 5 metros de la puerta y nos metieron en él prácticamente corriendo. Y es que ellos juegan en casa y con la ventaja de que si no sonríen no les ves, es broma pero cierto.
Ya en el hotel nos tomamos la ultima cerveza marca Kilimanjaro y a la cama.
Día 4, (23 de septiembre):
Por la mañana prontito y tras un desayuno con Spanish omelet incluida, metemos todos los petates y mochilas en la furgoneta que nos trasladará hasta Machame Gate (1.800m), una de las puertas de entrada al parque nacional del Kilimanjaro.
Nada más salir del hotel nos comemos una farola, y es que lo nuestro en este viaje con los medios de locomoción no ha sido nuestro fuerte. Al final del trayecto cerca ya de nuestro destino tiene que parar la furgoneta cada dos por tres porque se recalienta, en fin, después de más de dos horas conseguimos llegar.
Allí en la entrada nos encontramos con nuestros 16 porteadores, donde ordenamos un poco las cargas, además de registrar nuestra entrada.
La ruta de ascensión elegida es la Machame, denominada la Güisqui Route, más larga, más dura, no penséis que hablo de Nacho Vidal, y con menos “comodidades” que las demás rutas.
La ascensión comienza, nos adentramos en un frondoso bosque tropical, durante cuatro horas para salvar los 1.200m de desnivel hasta el primer campamento, Machame Camp a 3000m.
Subimos poco a poco, disfrutando del camino, es impresionante el verdor y la humedad reinante, los miles de árboles nos impiden ver el bosque.
Poco antes de llegar a Machame Camp cambia drásticamente la vegetación que ya no es tan espesa y podemos intuir entre las nubes las nieves del Kilimanjaro y su cima.
Una vez llegados al campamento nos registramos y nos asignan unas tiendas de campaña (de verano), nos preparan la cena, nos dan agua, una serie de lujos, innecesarios, a los que no estamos acostumbrados, pero que coño, por una vez no nos va a pasar nada.
La temperatura desciende bastante rápido al marcharse el sol así que pronto nos marchamos al saco a soñar con esta cumbre tan anhelada.
Día 5, (24 de septiembre):
Por la mañana bien prontito nos despertamos y ya tenemos el desayuno preparado, compuesto por te, tostadas con mermelada o crema de cacahuete, tortilla… todo esto a 3.000m de altura, estos son los lujos a los que me refería.
Hace un sol radiante, por debajo de nosotros un mar de nubes impresionante, del que únicamente sobresale, imponente, el monte Meru, y sobre nosotros la siempre presente cumbre del Kili con sus glaciares colgando, una pasada, sobre todo, porque era la primera vez que veíamos la montaña tan despejada, tan cerca y a la vez tan lejos. Ya no son las fotos de otros las que vemos, sino que estamos aquí, ella esta ahí y ahora son nuestras fotos.
Dejamos el campamento para trasladarnos a otro más arriba denominado Sira Camp a 3.880m de altitud.
Los parajes por los que ahora nos movemos son completamente diferentes a los del día anterior, hemos abandonado un denso bosque tropical, y caminamos por un bosque menos denso, atravesando brezales y páramos.
A mitad de camino paramos a comer el “picnic”, más lujos, en una maravillosa piedra, mientras nos quedamos estupefactos como los pobres negritos montan unas mesas y unas sillas de camping para homo-guiris neardentalensis con dinerus, disfruten aun más su estancia en esta montaña mientras se comen el bocadillo con sus nalgas bien reposadas, no sea que se les joda o ensucie su enorme culo orondo. Continuamos el camino procurando no ver a esta especie animal, que por desgracia no esta extinta, y disfrutando de lo que hay que disfrutar.
Poco antes de llegar al campamento una fina nevada cae sobre nuestras cabezas, se nota más fresco a estas alturas.
Algo menos de 5 horas nos lleva completar esta etapa y con ello los casi 900m de desnivel.
Por la tarde para realizar un pequeño primer pico de aclimatación subimos unos doscientos metros, para volver a bajar a dormir a Sira Camp. La puesta de sol sin palabras, momento chill-out.
Día 6, (25 de septiembre):
Otro día que nos levantamos bien pronto, aunque no se como nos las arreglamos, siempre acabamos saliendo los últimos.
Me encuentro bastante mejor que por la noche, que no se que he comido, o bebido, pero me he tenido que levantar en mitad de la noche tres veces a, como decirlo, cagar. Dios, lo más duro coca-cola. Además creo que he tenido algo de fiebre.
Bueno, a lo que vamos, la montaña. Emprendemos camino por terreno conocido, ya que ayer lo transitamos por la tarde, el paisaje es de desierto alpino, bastante seco y muy rocoso, con formas caprichosas de la lava. El día comienza bueno, pero a medida que transcurre la mañana se va fastidiando.
La primera parada la hacemos en Lava Tower a 4.650m donde, bien enfundados en nuestros gore, comemos algo y permanecemos un buen rato antes de hacer el descenso para una correcta aclimatación. A mi me duele un poco bastante la cabeza, supongo que será por la pérdida de líquidos, sufridos en el percance nocturno.
Posteriormente continuamos con fuerte pero precioso sendero que nos llevará hasta nuestro siguiente campamento a 3.950m llamado Barranco Camp.
En esta bajada ya sí que hay vegetación y preciosa por cierto.
Ya en el campamento ceno bastante poco por no decir nada, en fin, esto no lo hagan en sus casas. Mañana será otro día.
Día 7, (26 de septiembre):
Como todos los días amanecemos, pis mañanero, sol, desayuno y el Kili, ahí, cada vez más cerca, y como no nos podemos salir de la rutina somos de los últimos en abandonar el campamento, es que se está tan bien aquí en el plumas.
Pero bueno aquí hemos venido a subir, así que en marcha!
A los pocos metros de salir abandonamos la vegetación y comienza una fuerte pendiente en la que en algunos tramos, pocos, hay que echar la mano a la fría piedra. Caprichos de la montaña y de la ruta de ascensión tenemos, una vez salvado este escollo, que bajar hasta el valle de Karanga, último punto donde podemos coger agua, así que a llenar el camel y todas las botellas que tenemos en la mochila. Bien cargaditos subimos una pendiente hasta donde nuestra ruta se junta con la Mweka Route, donde paramos a comer algo.
Después de este merecido descanso continuamos, con un cambio de tiempo considerable, una fina niebla nos rodea. Poco a poco vamos ascendiendo hasta alcanzar los 4.600m donde se sitúa Barafu Camp. Al cabo de un rato de llegar todo se despeja y tenemos unas impresionantes vistas del pico Mawenzi.
Hoy la rutina de la cena cambia un poco, son las siete y ya tenemos todo preparado, hay que cenar pronto para irnos cuanto antes a la cama ya que mañana hay que madrugar.
Día 8, (27 de septiembre):
Voy a corregir lo de madrugar, ya que a las 8 más o menos nos hemos ido al saco y nos despertamos a las once y media, ahora, eso sí, será el día de cumbre, pero que no nos quiten la costumbre de salir los últimos.
Hasta las doce y media más o menos no nos ponemos en marcha, vamos muy abrigados, hace frío, pero no tanto como me imaginaba.
Hoy sí que vamos pole pole, mi hermano nada más salir de la tienda ha vomitado, mala señal, así que vamos despacito, aunque salvamos metros bastante ágiles (dentro de lo que cabe) ya que las primeras rampas son bastante fuertes.
Con el transcurso de las horas vamos cogiendo a personas que están en un estado muy lamentable, vomitando unas al lado de las otras, como si ese lugar de la montaña estuviese destinado al vomito.
Mi hermano se recupera y ahora es mi turno, ¡rediós! que puto dolor de cabeza, es insoportable, que alguien me la corte (la cabeza). No en serio, yo me quería bajar, si no es por estos dos capullos que me acompañan, o mejor dicho en este caso, yo a ellos, me doy la vuelta, ellos fueron los que me animaron en esos momentos tan críticos. Ellos hicieron el 99% y un par de pastillas el resto. Gracias.
Para colmo de males el agua del camel se congela poco antes del amanecer. Pero bueno continúo como un borracho de vuelta a casa en nochevieja, hasta después de la salida del sol cuando nos cruzamos con unos paraguayos que dijeron que no quedaba nada, me dieron las últimas fuerzas para subir la última rampa hasta Stella Point a 5.685m.
Estamos en el borde del cráter, no se si reír o llorar, bueno si lo sé, llorar como una jodida magdalena, son tantas cosas las que se acumulan en un mismo punto que por algún sitio tenían que reventar. Me abrazo a Fino y a mi hermano de la misma manera que si estuviésemos en la cumbre o más, pero para mi era mucho más que eso, era el ver como se han sacrificado por mí, el estar a tan solo una hora de la cumbre, mis padres, un largo etcétera, un cúmulo de muchas cosas que se me pasaban por la cabeza a mucha velocidad.
Un poco ya más calmado, continuamos por todo el borde del cráter y una hora más tarde, a las ocho de la mañana, alcanzamos la cumbre del Uhuru Peak a 5.895m de altitud, punto más alto del continente africano, toda África, que se dice pronto, esta a nuestros pies.
31 años antes, yo ni había nacido, ni tan siquiera en proyecto, mi padre estuvo aquí, en este mismo punto donde ahora nos encontramos.
Después de muchas fotos, muchos abrazos y disfrutar un buen rato comenzamos la bajada por la misma ruta de ascenso. Unas dos horas y media nos lleva alcanzar el campamento desde donde hemos salido y un total de once desde que lo abandonamos.
Pero el día no acaba aquí, que va, descansamos y comemos durante una hora y continuamos nuestro descenso hasta Mweka Camp a 3.100m rodeado ya de los verdes árboles abandonados días antes. Aquí ya sí que termina este maravilloso día, con lo bueno y lo malo, pero que siempre lo bueno es más que lo malo.
Día 9, (28 de septiembre):
Hoy por fin hemos dormido como niños y es que el día de ayer fue algo durillo. Pero bueno que como queremos hacer más cosas en este país continuamos el descenso por el denso bosque tropical, por el que a nuestro paso vamos viendo un montón de monos blancos y negros los Colubus Monkey.
En tres horas alcanzamos Mweka Gate a 1.800m, nuestra salida del Parque Nacional del Kilimanjaro, donde tras darnos el certificado de ascensión damos por terminado este periplo en la montaña.
Aquí nos viene a buscar una furgoneta que nos llevará de vuelta a Arusha, donde no salimos del hotel porque tenían cervezas Kilimanjaro suficientes para abastecer nuestra necesidad, que por cierto era mucha.
Día 10, (29 de septiembre):
Nos quedan dos días libres y no podemos perder el tiempo en un país tan impresionante como es Tanzania, así que en Arusha nos montamos en un todo terreno y nos dirigimos al Lago Manyara a ver los animales que por la tarde vemos desde el sofá el La2.
Pero coño es que aquí prácticamente les tocamos. Ahora paso a enumerar y por orden de aparición en escena los animales que vimos: Babuinos, Búfalo, pájaros de mil colores, Elefante como no africano con sus pedazos de colmillos, Jirafas, León, Impalas, Ñues, Cebras, Hipopótamos y Pelícanos, todo esto en un marco incomparable lleno de árboles.
Y de allí ya por la tarde al hotel, donde tócate los huevos, nos encontramos con dos de Madrid y cuatro de Burgos, que venían de Uganda.
Por cierto los de Burgos han creado una ONG en Kisoro, (Uganda), en la que a mi entender es digno de admirar, en la que están construyendo un orfanato y poder sacar a los niños de las calles que se prostituyen por dos pesetas y con 13 años. Aquí nos tenéis para lo que queráis.
Una noche agradable con muy buena gente en la que además de temas más serios no faltaron las cervezas y muchas, muchas risas.
Día 11, (30 de septiembre):
Pese haber trasnochado el día anterior, nos levantamos pletóricos, y es que no es para menos, hoy además de ver animales, vamos a pasar la mañana en una tribu maasai.
Llegamos al poblado y nos reciben los hombres con una típica danza suya, mientras las mujeres, al fondo, entonan cantos en swahili, una pasada y eso que todavía no hemos ni entrado en la empalizada que protege esta poblado de ataques de animales.
Una vez dentro nos recibe el jefe maasai, vamos a decir en funciones, el cual nos va enseñar todo el poblado, primero nos presenta a una de sus dos mujeres, vaya forma de complicarse la vida, bueno o no.
Después nos lleva a su casa construida a base de excrementos y palos de acacias. La casa consta de una “puerta” muy pequeña y un diminuto agujero por el que entra un tímido rayo de sol, en medio una hoguera donde cocinar. El lecho donde duermen está cubierto por pieles de animales cazados. Aquí charlamos largo y tendido preguntándole todo lo que se nos pasa por la cabeza, tratando de conocer lo más posible de su manera de vivir, cazar…
De allí nos llevan a dar una vuelta por el poblado donde salen los pocos niños a nuestro encuentro tímidamente, les damos galletas que las devoran.
La imagen de los niños contrasta mucho con las de los mayores, estos últimos llenos de collares de colorines, en cambio los primeros, Buff, es una estampa dura con miles de moscas en su cara y ojos, van descalzos y mal vestidos.
Luego nos llevan a la escuela, un pequeño rectángulo cuyas paredes están construidas a base de palos. Nada más entrar en ella vemos a la profesora con un niño colgando en su espalda dando una clase. Los niños, sentados en unas construcciones de madera a modo de bancos, muertos de frío.
La verdad es que es bastante duro a la par que emocionante, introducirte en sus vidas aunque sea por unas horas.
De la escuela al almacén de comida, donde unos tipos se estaban, con una hoguera, asando cabra. Uno de ellos se saca el machete que llevan a la cintura corta un trozo y nos da a probar. La comemos sin reparo a pesar de ver la cantidad de moscas que hay sobre la carne almacenada.
De allí de vuelta a al poblado, donde poco más, podemos observar a la gente como si de un documental se tratase.
Nos tenemos que marchar, ha sido simplemente impresionante, tan satisfactorio como la montaña o más.
Continuamos nuestro viaje hacia el Ngorongoro Cráter, donde podemos ver la gran mayoría de los animales que el día anterior vimos en Manyara, además de estos pudimos ver a un león y la leona comerse a una cebra, (la leona caza al animal y se lo come el león, cuando éste ya esta saciado, deja comer a la leona), cuan sabia es la naturaleza y cuanto nos queda por aprender a los humanos; avestruces, un enorme rinoceronte con dos cuernos tremendos, gacelas de thompson…
Ya se hace de noche y tenemos que regresar a Arusha en un viaje de casi tres horas con un todoterreno que cada dos por tres, se quedaba sin luces, peligroso de cojones, en una de esas estuvimos a punto de comernos un camión. Una vez llegados a Arusha cervecita y a la cama.
Día 12, (1 de octubre):
Madrugamos bastante para ir a la estación de autobuses donde tomaremos el autobús de regreso a Nairobi. El viaje a priori no tenía porque tener mayores complicaciones, pero las tuvo, de un viaje de 5 horas pasó a ser de 10. Os los enumero rápidamente y sin extenderme, primero en la frontera estuvimos ni se el tiempo parados porque alguna mente iluminada tanzana, llevaba en el interior, como un ocupante más, un frigorífico, que se ve carecía de papeles para pasar la frontera, coño, que se compren un cayuco. Y segundo, se nos rompió la bomba de la gasolina en mitad de la nada.
Por suerte llegamos con tiempo al aeropuerto y pudimos coger el avión con destino a Londres.
Día 13, (2 de octubre):
El avión ha llegado con un poco de retraso así que salimos zumbando a cambiar de aeropuerto, ya que llegamos a Heathrow y teníamos que salir de Gatwick, pues bien más problemas de locomoción. Perdemos el avión de regreso a casa, así que nos dirigimos al mostrador de la British Airways a que nos den el siguiente vuelo a Madrid, pensando que nos iba a salir por un ojo de la cara, y para grata sorpresa nos dan el siguiente vuelo sin cobrarnos nada y además 30 libras por las molestias.
De Londres a barajas, donde cogemos un autobús hasta América, donde entre besos y abrazos nos despedimos de Fino, ya que el va a León y nosotros a Burgos.
Total que llegamos a Burgos a más de las doce de la noche, donde nos estaban esperando con una pancarta mis padres y la novia de mi hermano. Y con esto finaliza la expedición.
Hay muchas cosas que se quedan en el tintero, otras muchas que son difíciles de explicar con palabras pero espero que con esto os hagáis una idea de por donde nos hemos movido, lo que hemos vivido y sentido.
Igual me he excedido, pero no quiero despedirme sin dar las gracias a mi hermano Pablo y a Fino, por lo buenos compañeros, por lo buenos amigos que han sido, son y serán y por los buenos momentos, que han sido todos.
Un beso.
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1 comentario:
Vaya viajecito, compañero!
Anda que no tengo yo ganas de hacer uno así...
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